El apego comienza con el apego a las creencias… el apego que tengo a lo conocido, a lo que he aprendido de mis padres, de la sociedad, en la escuela. Ese apego se manifiesta cada vez que pretendo tener la razón en algo y pienso que otros están equivocados, se manifiesta también cuando digo que es muy difícil ver las cosas de otra manera, que es muy difícil soltar las creencias del pasado y adoptar nuevas; es entonces cuando viene el cuestionamiento: si ya me di cuenta (desde la luz de mi conciencia) de que esas creencias no me funcionan y me llevan al malestar – cuando digo que quiero estar en bienestar – ¿qué sentido tiene conservarlas, apegarme a ellas?
Si yo soy quien percibo e interpreto, me conviene, quizás, cambiar mi forma de interpretar, cuando esa manera de interpretar, me lleva a darle realidad, a aquello que me conduce a perder d e vista quien soy y qué hago aquí.
Me conviene soltar el apego a ese conocimiento que acumulo a través del tiempo; información que convierto en una verdad y que me impide ver, me impide acceder a la sabiduría que es en mí, la sabiduría de Dios, de mi Ser Interior, de mi Maestro Interno, del Espíritu Santo o como yo le quiera llamar, el nombre es lo de menos.
Apego a la manera en la que me defino, te defino y defino el mundo que me rodea. Toda esa serie de juicios que hago de mí y de ti, cuando me identifico con lo que he aprendido, con aquello que vino después…
Desde la parte humana, me confundo, me identifico con mis cualidades y defectos, con eso que yo veo en mi o que “otros ven en mí” y me creo la historia y me siento imperfecta, incompleta, carente, sola, etc. etc.
¡Lo que hago, no cambia lo que soy! Lo que soy, no está sujeto a cambio, pertenece al mundo de lo inmutable, al origen, a la Fuente, a Dios, y Dios, no cambia; no es perfecto ahora e imperfecto después y, tú y yo, que somos Uno, estamos hechos a imagen y semejanza de esa Fuente amorosa.
Estar despierta dentro del sueño, me lleva, para empezar, a tomar la decisión de reconocer mis apegos, de soltar, desde la certeza de que todo está bien, confiar en que, aquí y ahora, todo es perfecto y pleno. Implica también, saber, que en aquello que pudo haber sido y no fue, no hay nada para mí; que eso que pudo haber sido y no fue, tampoco será, y que lo único real, es lo que es, desde la conciencia, el amor y la responsabilidad.
Por lo tanto, reconocer mis apegos, es el primer paso hacia el reconocimiento de la libertad, que ya es en mi.